dilluns, 21 de setembre del 2015

"1977" de La Peque y la identidad performativa


A partir de 1977, de Peque Varela se describe como en las diferentes etapas del ciclo vital, mediante las diversas influencias sociales, se conforma nuestra identidad a través de los distintos discursos normativos generados por la tecnología política, en términos de Foucault. Es decir, todos aquellos discursos que politicen nuestros cuerpos.

El garabato que se dibuja en el estómago de nuestra protagonista simboliza las influencias sociales que recibe al largo del transcurso del ciclo vital. Primeramente, las encontramos en la primera escolarización. Dónde se muestra una escena de criaturas jugando, la cuales según la normatividad binaria de género masculino/femenino no se pueden categorizar en unos u otras. Seguidamente, en la etapa de la infancia vemos como se impone una manera de vestir, con unas prendas de unos colores determinados, los cuales son los que corresponderían a un determinado género normativo. Con esto me gustaría hacer referencia al trabajo de Jeongmee Yoon, The Pink and Blue Project, a través del cual se observa como se van forjando los gustos a temprana edad según el sexo-género a través de todos los objetos que rodean a los críos. También observamos un claro ejemplo de ello cuando María se dirige a coger una bicicleta azul y el garabato en forma de letras, estereotipos, le hace de señal dando a decir que la que ha de coger es la rosa.  Además, mediante el juego y el deporte la persona va configurando una autocomprensión de los roles de género, un ejemplo son los muñecos de playmobil donde se representa una mujer haciendo la compra, entre otros.

Al entrar en la pubertad, vemos como mediante los gustos deportivos de nuestra protagonista recibe una determinada presión social, ya que sus gustos están asociados con el género masculino y no con el femenino, con el cual ella se ve obligada a socializarse en su marco cultural. Este castigo social reafirma la normatividad genérica dicotómica de nuestro contexto-sociocultural, con la que se ve inherente una oposición de ambos sexo/géneros, ya que no se contempla un posible continuo entre ambos, donde se puedan compartir aficiones como en el caso del corto, donde se castiga el hecho de estar en tránsito entre ambos géneros.
A partir de este momento observamos un cambio en María, ya no sigue los estereotipos de género por lo que se refiere a una apariencia física. Esto lo observamos en el momento en que es llamada como “maricón”, coloquialmente homosexual, es decir, una persona percibida de género masculino que muestra una orientación de placer por otra persona de su mismo género.
A continuación, observamos una imagen donde se refleja su cuerpo fisiológico femenino donde le viene la menstruación. Las personas de su entorno, ante esto, le reafirman que ya es una “mujer”, dando por establecido su género por una evidencia biológica.
En el periodo de la adolescencia, se muestra un juego de ¿Quién es quién? mientras suena una melodía que parece un tanto erótica. A medida que las fichas se alzan interpreto que se van formando uniones afectivas. Hasta el momento en que se alza nuestra protagonista, todas conformadas por un hombre y una mujer, por lo tanto reafirmando la hegemonía normativa heterosexista. Nuestra protagonista quedaría emparejada con otra mujer, por tanto, en nuestro marco socio-cultural se le denominaría como homosexual. En este momento pondría énfasis en dos aspectos muy importantes: primeramente, no se muestran otras alternativas de prácticas afectivas, ya que el binarismo de género es co-dependiente al tipo de orientaciones del deseo, homosexual-heterosexual.; en segundo lugar, vemos que el estigma social aparece detrás de que María vuelva a cambiar su aspecto a una imagen más masculina según la norma, esto podría dar lugar a interpretar esta escena como el hecho de una normalización de la homosexualidad, incluyéndola en el marco normativo, siempre y cuando no se rompa con los estereotipos normativos de género, es decir, se mantenga la feminidad y la masculinidad acorde con su género normativo.

Seguidamente, aparece el garabato del estómago de nuestra protagonista como un todo, en el cual se ven envueltos todos los agentes socializadores que mediante sus discursos provocan una influencia social y son moduladores de nuestras identidades. Aquí se pone de manifiesto como nuestra identidad es algo dinámico, performativo, aludiendo a Judit Butler, los cuerpos son materializaciones político-culturales (Torras,2007).
Por último, para concluir, observamos a la joven María,  dominando ese garabato. Yo interpreto esa dominación, ese poder, en la capacidad de análisis de los diferentes discursos con los cuales estamos influenciados, para poder subvertirlos y aportar algunos nuevos. Ningún discurso representará a toda la población, como bien afirma Andrea Francisco Amat, miembro de El Banquete de Safo en su entrevista para Cuerpo y Textualidad, pero la capacidad de reformulación de nuevos discursos puede ayudar a crear nuestra propia identidad, con la que nos sintamos realmente representados.

2013


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